21 octubre 2023

Crónica de mi visita a Terra (Fisterra) el 19 de agosto de 2023.

No soy crítico gastronómico, pero atesoro una larga trayectoria descubriendo y probando restaurantes por toda España.

Disfruto comiendo (y bebiendo) y disfruto cuando algo me sorprende, me impacta, me agrada o me provoca sensaciones y estímulos más allá de lo que hay en el plato. Es, por decirlo de alguna manera, ir “más allá de la comida”. He sentido eso muchas veces, por suerte, y en lugares muy distintos, pero no es tan fácil salir emocionado y “flotando” de un restaurante.

Y el sábado 19 de agosto, salí así de Fisterra, y deseando volver, y más de una vez. Gracias a un artículo en Gastroactitud de Julia Pérez Lozano y algunos tweets cruzados sobre una mesa que no se presentó el día 1 de agosto, decidí reservar aprovechando que iba a estar 4 días en Galicia, y a solo una hora de allí.

Me planté en Fisterra con tiempo para pasear por los alrededores y a las 14 horas en punto entraba en el pequeño y coqueto local. Como fuimos los primeros y Brais sabía de mi llegada por intercambio de tweets, estuvimos charlando antes de empezar el servicio. Una vez en la mesa, el atento sommelier, joven, pero sobradamente preparado como decía el anuncio, nos sirvió un espumoso de Albariño francamente especial.

Iniciamos el menú degustación sin prisa, pero sin pausa y fueron cayendo los pequeños bocados a modo de aperitivos y entrantes. Elegimos, o nos eligió el sommelier con muy buen criterio, un magnífico godello de Xose Luis Sebio (del que ya soy fan) de la zona de O Bolo, un Mais Ala, que acompañó magistralmente la comida de principio a fin. La sucesión y cadencia de platos fue correcta en ritmo, sin que se hiciese pesada la comida en duración (un problema de los menús degustación a veces) y con la atención justa del personal. Finalicé con una copa de un vino de postres extraordinario de Roberto Fuentes.

Terra es un local que dará (aún más) que hablar. Merece el desplazamiento expreso desde cualquier punto de Galicia, o de España (Europa o el mundo si me apuras). Su cocina es atrevida, innovadora, pero sin perder el norte (valga la expresión por su ubicación). Brais me contó que cocina por inspiración, según temporalidad de producto y según disponibilidad a pesar de la temporada. Con todo ello, ilusión, osadía, atrevimiento, pero respeto al producto y los sabores (ay, los sabores, como los trabajan en esta casa), conforma un menú degustación magnífico al que, quizás, le podemos poner la pega de que sea único y no haya otro más largo o distinto. Es cierto que la idiosincrasia del restaurante y su capacidad, quizá lo hagan difícil.

Podría decir muchas cosas más, pero me quedaré con que Terra es de los restaurantes que más me han gustado en mi vida y, eso, creo que es mucho decir con la lista de ilustres, y no tan ilustres, que he visitado en mis 56 años de vida. Aunque lo comentamos con Brais, y no sea su objetivo (al menos no lo dice fehacientemente), una estrella Michelin sería más que merecida.

Y, si no se la dan, peor para ellos. Terra merece una visita. Y más, si se puede.

COMIDA 9/10
BODEGA 9/10 
SALA 8,5/10
SERVICIO 8/10
RELACIÓN CALIDAD/PRECIO 9,5/10

PUNTUACIÓN MEDIA: 8,8

08 enero 2013

Un hombre sencillo y afable.

No sabía como titular esta entrada. Pero no me ha costado mucho.

No era mi amigo, porque no tenía esa relación con él.

Era un conocido, ya que he estado en su restaurante una decena de veces.

En una de esas reseñas que, sin saber cómo, acabas leyendo en internet, descubrí que Josep María Solé i Roca había fallecido el 10 de diciembre, al pie del cañón, en su restaurante.

Lo descubrí por una de esos artículos en una revista donde te dicen (una vez más) que en la Taberna Can Roca se sirven los mejores desayunos de "forquilla" (tenedor) de la ciudad de Barcelona y las comidas caseras más apetitosas y contundentes (con gracia) que se pueden comer. Posteriormente a la primera visita que relataré, y, por dos veces, la revista TIME OUT le dió la distinción al mejor desayuno de forquilla (tenedor) de Barcelona. Artículo AQUÍ

Anoté la dirección, para visitarlo en alguna ocasión. Y así fue. 

Allí me desplacé un dia a probar la cocina, sabiendo que el entorno era sencillo, de taberna de barrio (Sant Andreu conserva aún ese encanto especial, aún siendo parte de Barcelona) y que el producto era el reclamo.

Lo que me llamó la atención, no sin cierto recelo, fue que Josep Maria cantase (recitase, mejor dicho) la carta de memoria. Cuando no sé los precios de los platos tengo ciertas reservas y pregunto pero en Can Roca ¿que vas a preguntar si ningún plato tiene precio?. En aquellos días se podía fumar aún en los restaurantes y, tras la minúscula barra, Josep Maria apuraba su cigarrillo mientras ultimaba platos que iba sirviendo a las mesas y, tras sus gafas, vigilaba "el patio" que, dicho sea de paso, no estaba por más labor que por disfrutar de la comida y de la distensión de un local entrañable donde disfrutar sin cortapisas.

Pues bien, el te recitaba los platos, arrastrando las sílabas y poniendo énfasis en todos los platos, de tal manera que, una vez cantados los 10, 12 o 15 primeros (recuerdo que siempre han sido muchos platos y a cual más apetitoso), no sabías que elegir. La primera vez que fui, compartimos los 4 primeros y los 4 segundos y así, los 4 amigos, lo probamos todo.

Una vez disfrutabas del primero, te preguntaba por el segundo, aún más sabroso y contundente, si cabe, y te lo marchaba desde la cocina donde "la tieta" oficiaba con esmero.

En Can Roca no hay espacio para las florituras ni remilgos. A pesar de que Roca procuraba que la comida no fuese excesivamente grasa, no nos engañemos, los platos son contundentes, sabrosos y para mojar pan, mucho pan.Pero nunca salí con la sensación de "reventar". Bien comido, muy bien comido, pero saboreando lo que había comido.

El vino de la casa, o alguna botella un poco "mejor" acompañaban una comida, donde los postres (quizá lo único mejorable por la "industrialidad" de algunos) remataban una comida pantagruélica para luego hacer la digestión con calma. Tras el café y las "gotas" o chupito, llegaba la cuenta que, invariablemente, te parecía barata. Siempre he comido en Can Roca por unos 30 euros, euros arriba, euros abajo. Y siempre he salido contento.

Y me gustaba el trato familiar que te daba ese gran perico sabiendo que tu eras perico. Sorna, broma, ironía, ese deje de resignación perica, adornado con su sorna más inglesa que catalana, casi. Y su pasión, el Sant Andreu, del que, creo, estaba más orgulloso que del Espanyol. Cuadros, fotos, dibujos... y su taberna.

La última vez que estuve, en el pasado verano de 2012, fue un día complicado. Había tenido un día malo en el trabajo, cansado, estresado y tenía una gestión a eso de las 16 horas a unos metros escasos de Can Roca. Ni corto ni perezoso, me acerqué, yo sólo, y llegué pasadas las 15,15 horas y me recibió con un "Vols dinar, nen?".

Le dije que había decidido comer rápìdo pero bien. Que estaba valorando comerme un bocata por ahí y luego ir a mi cita de las 16 horas y me dijo "Ni de conya!. Dina bé i, si tens pressa, anirem per feina". Me estaba diciendo, elegantemente, que no fuera tonto y me dejase de bocatas y tonterías. Seguramente, en lugar de los 6-7 euros de bocata, cerveza y café, iba a gastarme unos 27-30 euros, pero era consciente de que no era lo mismo.

Comí muy bien, charlamos un poco de la crisis, del Espanyol, (la verdad es que escribir hoy "crisis" y "Espanyol" me da un poco de grima) de todo un poco... y salí de allí pensando, como siempre,  que la Taberna Can Roca era un lugar maravilloso y Josep Maria un tio peculiar, de esos que te hacían sentir único, aunque ese trato se lo diese a todo el mundo.

No lo conocía bien, por supuesto, pero me atrevo a decir que era un "bon vivant", en el sentido de apreciar la vida, las cosas sencillas, los amigos, un paseo por el campo o la playa, una charla, una comida y la familia. No quiero pecar de superficial, pero me parecía un tio noble, una buena persona y, como anfitrión de un restaurante, para mí, muy bueno, ya que nunca he comido mal en Can Roca. Espero volver a hacerlo pronto, como homenaje póstumo, más de una vez.

Descansa en paz, "perico". Te has ido joven, pero has dejado huella.
Esta imagen es muy representativa para los que hemos visitado la Taberna Can Roca.

Josep Maria, plato en mano, con una sonrisa un tanto socarrona, con ese punto de fina (e inteligente) ironía, se dirige a una mesa. Es el recuerdo que tengo de este hombre: transmitir la felicidad que le producía hacer felices a los demás dando de comer bien. 

Pongo la dirección de este templo del buen comer para que, quien lo desee, se acerque un día a disfrutar de sus fogones. Me han dicho personas que han estado después del triste suceso, que se esfuerzan en mantener su espíritu y se sigue comiendo estupendo. Seguramente es lo que Josep María querría, a pesar de que leí que sus hijos no estaban por la labor de continuar el negocio.

 
Carrer Gran de Sant Andreu, 209
08030 Barcelona
Teléfono 933 46 57 01



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07 mayo 2012

Una triste desaparición

La verdad es que cada día mueren muchas personas y, de hecho, es ley de vida y, cuanto mayor te haces, más probable es que alguien de tu entorno, sea porque es mayor o porque el infortunio le golpea, se marcha.

El viernes falleció alguien entrañable. No lo calificaría de amigo, puesto que esa palabra tiene, para mí, connotaciones importantes, pero sí conocido en el pueblo donde me crie de los 5 a los 27 años y, en un período concreto de mi infancia y primera adolescencia, cuando jugaba a ajedrez en el Club de Ajedrez Santa Perpetua (la palabra "escacs", en la España de 1976 cuando me federé por primera vez con 9 años no se usaba demasiado).

Los más veteranos, que hayan conocido el Club de Ajedrez Santa Perpètua en los 70 y 80, quizá recuerden al personaje.

La persona en cuestión, fallecida el viernes atropellado por un todoterreno, era Ricardo Cañabate, pero todo el mundo lo conocía por "Ricardito". Nombre de niño, para un niño grande. De hecho, según fuentes de diversos medios digitales que hablan de "un peatón atropellado", le atribuyen 55 años. Alguna otra fuente, 60 años. En cualquier caso, uno de los mayores misterios de Ricardito era su edad.

Cuando yo empezaba a jugar a ajedrez, después de algunos meses de jugar con compañeros del club, me federé y, lógicamente, en el club de mi localidad, el de Santa Perpètua. Club de "pueblo", con históricos jugadores de edad avanzada (para mí, más de 50 años, desde la perspectiva de los 9 años) y "mayores", que eran los de más de 20 años, entre ellos los, ahora cincuentones, Antoni Pous, Antoni Flores, Arturo Font (D.E.P.), Ramón Jané y Jordi Grabalós (D.E.P.), el minusválido que intentaba enseñar un poco a los mocosos que queríamos pasar del mate pastor.

Ricardito era peculiar. Ahora le llamarian "persona con síndrome de Down". En aquella época, donde todo era más bruto y menos políticamente correcto, a los gays se les llamaba maricas o maricones, a las prostitutas, se las llamaba putas y a las personas como Ricardito, con la fea palabra "subnormal". Así era, y así hay que reconocerlo. El lenguaje se ha depurado, por suerte, y somos más "formales". Con 9 años, cuando te enfrentas, de cerca, de muy cerca, casi a diario, con alguien que, en tu imaginario de niño, mitificas por desconocimiento, tienes cierto reparo y mucha curiosidad.

- "Un subnormal que juega a ajedrez", creo que pensaríamos más de uno (y no me acuerdo, aunque sé cuál es el razonamiento primario de un niño, puesto que lo he sido, y tengo hijos).
Bien, dejaré esa palabra, porque Ricardito no lo merece. En cambio, merece unas palabras de recuerdo, aunque no las podrá leer y desconozco si alguien de su familia leerá esto. Me da igual. Los homenajes pueden ser anónimos y, por ello, más sinceros.

Ricardito disfrutaba jugando a ajedrez. Era bajito, y murió bajito, lógicamente.
Cuando le preguntábamos su edad, inocentes, nosotros, nos decía 12 o 15 años. Los que teníamos 9 o 10 años, por aquel entonces los "jóvenes" del club, sabíamos que no era cierto, pero tampoco sabíamos, por sus rasgos típicos y su aspecto, si eran 15, 20 o 25. Él parecía disfrutar con el enigma.

Lo que nos sorprendía a todos, gratamente, era su juego. No voy a mentir diciendo que jugaba a un nivel estratosférico, pero su ELO actual, sería de unos 1800 a 1900, es decir, un jugador normal, pero del que no podías fiarte, ya que, igual, se dejaba una pieza (como me sigo dejando yo, 45 años después) que te daba mate en la última fila en una partida rápida con aquellos relojes de madera a los que se empujaba al tirar, o los primeros relojes de botón superior (toda una innovación en la época).

Le gustaba jugar y, sobre todo, le gustaba ganar, a poder ser "atracando", como dicen hoy en día los cachorros que pululan por esos torneos de Dios. Si te daba un doble de caballo, te hacía una descubierta o te dejabas la dama, Ricardito profería un sonido gutural, propio de su condición, que parecía el de una piara de cerditos. Ese era su encanto. Espontáneo, divertido y, lógicamente, feliz en esos momentos en el club.

Jugaba mucho y jugaba con todos. Y, además, disfrutaba en el "por equipos", en aquellos desplazamientos de finales de los 70, primeros 80, cuando ir a Santpedor a jugar un domingo a las 9,30 era equivalente a una exploración polar o a la selva amazónica, pues la niebla, las carreteras y los coches de entonces y que, no nos engañemos, todos éramos más inocentes, se antojaba un mundo.

Pasaron los años, los niños, crecimos un poco y Ricardito quedó por debajo en estatura. Lógicamente, incluso los que no somos muy altos, al superar su 1,50 escaso (o algo así), ya no le preguntábamos por la edad. Sabíamos, positivamente, que nos superaba en ¿10-15 años? Daba igual.

Dejé el ajedrez entre los 14-15 años, a nivel de club y federado y dejé de ir al Club con asiduidad.
Luego, en mi etapa de DJ, de los 14 a los 25, estuve pinchando con regularidad en el Pub Premier, regentado por buenos amigos en sus diversas etapas. Primero Paco, Mike Ureña y Pitu, luego Paco y Manolo y, posteriormente, Manolo y el recordado Ure (D.E.P.). Ricardito volvió a entrar en escena en mi vida.

Ya no era el ajedrez, era la música, las "tías" (no nos engañemos, los S. Down tienen apetencia sexual como todas las personas y Ricardito no era ninguna excepción) y el ambiente del Pub era propicio.

Todos, pero especialmente Paco Egea, dieron cariño a Ricardito que, recogiendo vasos, sirviendo algún cubata (esquivando parejas fogosas en los reservados) y disfrutando, al margen de su condición, creo que era feliz. O, al menos, lo parecía. Un día Paco organizó una "pelea" femenina en un ring de barro, con las luchadoras muy, muy ligeras de ropa. Ricardito fue el árbitro. Menos arbitrar, de todo.
 
Hasta los 27 viví en esa población y, hasta ahora, sigo yendo por ahí, ya que está cerca de casa y tengo ciertos vínculos personales. Me he encontrado a Ricardito muchas veces, siempre hemos charlado, ha charlado con mi hijo que, me decía, que, "para ser Down", habla muy bien y "no parece Down", excepto por aspecto y el timbre de voz.

También colaboró con clubs de fútbol como masajista, pero, otra figura importante en la vida de Ricardito, ha sido Arturo Pedrerol. Arturo, hermano de mi amigo de infancia, Víctor y, actualmente, con el que mantengo una buena relación, lo ha pasado bien con Ricardito. No se ha reído de él, se ha reído con él. Ricardito ha colaborado mucho en la radio con Arturo y, además, muchas cuñas del programa, tienen su voz.

Desconozco las razones por las que Ricardito (que siempre ha sido muy de ir por la carretera caminando y lo he recogido a veces en mi coche años atrás), iba a las 10,30 de la noche, y atravesó una carretera con mediana de 2 carriles. Seguramente perdió el autobús, o venía de darse una vuelta, o qué sé yo. Pero un todoterreno segó su vida. Triste manera de morir para una persona que, en sus condiciones, había vivido bastante y, a lo mejor, le quedaba por vivir mucho más.

Descansa en paz, juega alguna partida de ajedrez con algún golfo que encuentres por ahí, mientras miráis a las chavalas con minifalda y sintonizas a Arturo en la radio. Te estaremos observando, chaval, porque siempre has sido un chaval, un chaval grande. Con un gran corazón.


19 septiembre 2011

Barra libre (televisiva)

Gran artículo de Fernando de Felipe en La Vanguardia sobre los remakes de series en España. Lo de Marujita Díaz, Santiago Segura y Toní Cantó, respectivamente, es de traca.

Barra libre
Fernando de Felipe 19/9/2011

Del mismo modo que siempre he sido más de Los Soprano que de Los Serrano,tengo que confesarles que prefiero meterme antes en el cuerpo una sola croqueta recalentada del bar Reynols de Aída,que toda una ronda de chupitos de garrafón servida en ese retuneado Cheers de Telecinco que tanta polémica (y tan pocas carcajadas) ha generado hasta la fecha. Mucho me temo que, visto lo visto por ahora, del remake al refrito hay tan sólo unas tristes risas enlatadas y una indigesta ración de chistes con revenida denominación de origen. Y eso no hay Resines haciendo de Resines que lo remedie. O que lo remede. O que lo redima.

Paleo-castizas traducciones simultáneas aparte, digo yo que puestos a cargarnos la memoria televisiva de los 80 por la vía de los derechos consumados, lo mejor sería dejarnos de sutilezas y lanzar cuanto antes una definitiva ofensiva catódica a base de celtibéricos remakes de aquellas series que marcaron década. Según dejaron caer en La noria,Resines parece estar ya por la labor, y amenaza por lo bajini con marcarse de aquí a lo que dure Cheers un Frasier de lo más tabernario.


A Las chicas de oro ya les dimos lo suyo con la espantosa (per) versión a lo Hostal Royal Manzanares ejecutada, nunca mejor dicho, por ese genio del mal que es José Luis Moreno. Culebrones de TV3 mediante, lo de Dinastía,Dallas y Falcon Crest podríamos resolverlo de un plumazo con una serie desarrollada entre La Moraleja, Ubrique y Marina d´Or (a falta de Joan Collins, podríamos darle un papelillo a Marujita Díaz y retirarla así del cada vez más insalubre Sálvame).Segura haría maravillas con un Corrupción en Miami ambientado en Marbella y protagonizado por El Duque y Juan Muñoz, el de Cruz y Raya, haciendo de agitanado negrata. Echanove e Imanol Arias bordarían una Autopista hacia el cielo a lo Guía Michelin. Debidamente adosada, La casa de la pradera sería ideal para asegurar el retorno de Emilio Aragón y Lydia Bosch. Toni Cantó quedaría estupendo en un Luz de luna en clave gay. ALF se la daría a Chiqui, para que hiciera lo que quisiera con ella en horario protegido. Fama,a la Esteban, Rafa Méndez y Risto Mejide. Y de MacGyver podrían encargarse los de Vaya semanita y los de Bricomanía,que para algo son vascos de pura cepa. Eso sí: para asegurar el tiro, las sintonías originales deberían ser versionadas por Dani Martín. O por Pitingo. Pongámonos pues Manos a la obra.

03 agosto 2011

Marcel Ubach, internet y el mundo del ajedrez (pasado)

Es curioso lo que tiene internet (y el uso, digamos, "adecuado" de esta potente herramienta, canal de comunicación-información-desinformación, etc.).

Cuando era niño, jugaba a ajedrez. Jugué alguna edición del, por entonces, "Campeonato infantil de Catalunya" que no se dividía por edades como ahora (sub-8, sub-10, sub-12, sub-14, etc.). Lógicamente, era muchísimo más duro, ya que te encontrabas, con 11 años, como era mi caso, y jugando el primer campeonato, con jugadores de 13, 14 o 15 que ya tenían ficha de preferente o nivel superior (lo que sería un 2000-2100 mínimo de ELO catalán hoy en día). Bien. Recuerdo una partida nítidamente contra Marcel Ubach. Marcel era de Terrassa, del Casino de Terrassa. Lo recuerdo, alto, delgado, serio y callado, tímido, quizá. Iba acompañado de su padre, con frondoso bigote y todo el aspecto de un "senyor català" que acompaña al seu "vailet a jugar als escacs". Nos enfrentamos y, lo de menos, es la partida, que fue patética por mi parte. Descubro con sorpresa y agrado que jugaba la Pirc (la he recuperado ahora, jugando algo mejor, sólo algo). Pero se lo puse fácil y Marcel me destrozó. Ahí queda todo.

Con los años, y habiendo recuperado más de 30 años después la afición por el ajedrez, de la mano de mi hijo Joan, me dio un día por investigar con la ayuda de San Google. Efectivamente: Marcel Ubach, existe en la red. Encuentro un blog, veo que es una persona casada, con 2 hijos, y que ahora vive en Barcelona. Titulado superior y con un cargo en una empresa de tecnología (no sé si con participación o empresario, pero lo parece).
Le escribo un mensaje en su blog, y ahí queda.

Casualidades de la vida, en el Open Internacional de ajedrez activo de Mollet, el 19 de junio, aparece en persona por allí, a media mañana. Nos saludamos y me comenta que va a jugar unas rondas. Que ya solo juega el "por equipos" y basta (ah, me olvido decir que es MF, maestro FIDE, y que juega magníficamente). Juega y se va a comer. Comentamos la partida de ¿30 años atrás? Y me dice que "cree que la tiene en casa".
 
Después de comer, Marcel, al llegar, se dirige a mí. Saca de su bolsillo una planilla cuidadosamente doblada, conservada como si la hubiera tenido en el Museo Vaticano durante más de 3 décadas, y me la brinda. La examino. Es alucinante. Retrocedo 32 años y 4 meses en el tiempo. Me encuentro en febrero de 1979, con 11, a punto de cumplir 12 años, en una sala repleta de niños, jugando una ronda de la fase previa del Campeonato de Catalunya (lo que serían las Comarcales, más o menos, pero en lugar de concentrado, en varias semanas).

Me envía la planilla escaneada y lo comenta en su blog: http://marcelubach.blogspot.com/2011/06/ramon-caro.html

Aquí está. Para los que juegan a ajedrez, es una malísima partida de las negras, cierto.
Para mí y para los que han jugado de niños, o tienen niños que juegan, es un tesoro de infancia que tiene más valor que una partida de un GM.

Gracias, Marcel.

p.d.: Espero que nos tomemos un café a la vuelta de vacaciones.

29 julio 2011

El dia que comenzó la guerra civil

Excelente articulo que me gustó en febrero, y olvidé recordar el 18-J .

http://blogs.publico.es/dominiopublico/3044/el-dia-que-comenzo-la-guerra-civil/

JOSEP FONTANA
Precisar el momento en que quienes conspiraban contra la República española optaron por sublevarse para derrocarla es importante para entender mejor sus motivos. La mitología del 18 de julio, que pretendía que la guerra se había iniciado como una respuesta a los abusos cometidos por el Gobierno del Frente Popular, ponía el acento en el asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, para legitimar el levantamiento militar con este suceso.
Los orígenes de la revuelta, sin embargo, hay que ir a buscarlos cinco meses antes, al domingo 16 de febrero de 1936, cuando se realizaron elecciones generales en España. La jornada electoral fue tranquila, como reconocía ABC el lunes 17: “Ha llovido copiosamente en la madrugada del domingo. Las calles aparecen encharcadas. Llovizna a la hora de abrirse los colegios y esto retrae un poco a los comodones. Luego cesa de llover, no hace mucho frío y el sol aparece a ratos. A diferencia de otras elecciones, la gente ha cargado desde mediodía. Contribuyó a ello que se propagaba por todo Madrid la noticia de que la tranquilidad era absoluta. Nada de lo que amenazaban los derrotistas tuvo confirmación. Ni huelga, ni agresiones, ni escándalos. Todo el mundo votó como quiso, con absoluta libertad. Señálase este importante detalle en honor de los españoles, porque lo mismo que en Madrid ocurrió en toda España”.
Algo más había ocurrido, sin embargo, que ABC no contaba. A las tres de la madrugada de la noche del 16 al 17, cuando las primeras noticias indicaban que podía producirse una victoria del Frente Popular, José María Gil-Robles, jefe de la CEDA, el principal de los partidos de la derecha, despertó al jefe del Gobierno, Manuel Portela Valladares, para decirle que la llegada al poder de la izquierda era peligrosa y que no había otra salida que la de que Portela siguiese al frente del Gobierno y proclamase una dictadura, para lo cual podía contar con la total adhesión de las derechas, “así como de cuantos elementos representaban la estabilidad y el orden en el país”. En vista de que Portela se mostraba indeciso, Gil-Robles se puso en contacto con el general Franco, jefe del Estado Mayor, quien se puso de inmediato a conspirar por su cuenta.
Los planes de Franco incluían aprovechar su posición en el ministerio para ordenar a las regiones militares que declarasen el estado de guerra, y adueñarse del poder con un golpe militar en la capital. Según contó el propio Franco en un texto escrito en 1944: el lunes 17 de febrero “convocó a aquellos generales que le habían expuesto en otras ocasiones su disgusto y necesidad de un movimiento para evitar que el Frente Popular se hiciese con el poder”. Contaba con los generales Goded y Del Pozo, y “con otros dos jefes de unidades armadas de cuya incondicionalidad (sic) no dudaba”. Pero “no tardaron estos generales en regresar de sus gestiones con la cabeza baja”. Los jefes de la guarnición de Madrid consideraban que la oficialidad no secundaría en frío un movimiento contra los poderes constituidos, si la Guardia Civil y los guardias de asalto no tomaban parte en él. Esta es la razón que explica que Franco hiciese todavía otro intento, tratando de convencer al general Pozas, inspector general de la Guardia Civil, para que se sumase a la sublevación.
El martes 18 de febrero Pozas acudió a ver a Portela para denunciarle “que los generales Franco y Goded están dando instrucciones desde el Ministerio de la Guerra para que los militares declaren el estado de guerra y se apoderen del Gobierno”. Portela se mostró indignado, pero no hizo nada. Lo único que deseaba en aquellos momentos era abandonar el poder cuanto antes, de modo que decidió dimitir de inmediato, sin aguardar siquiera a que concluyera el escrutinio de los votos. Muchos gobernadores civiles hicieron lo mismo y las provincias quedaron sin autoridades, con la gente echándose a la calle.
Ante semejante vacío de poder los vencedores se vieron obligados a hacerse cargo del Gobierno de inmediato, de modo que el jueves 20 de febrero se celebró el primer consejo de ministros, en una difícil situación que Azaña describía con estas palabras: “Continúan los alborotos en algunos puntos de Andalucía y Levante. En Valencia hay un lío tremendo por la sublevación de los presos de San Miguel de los Reyes. Han quemado parte del penal. Están revueltos los presos comunes y los políticos, que han caído como en rehenes de aquellos. En Alicante han quemado alguna iglesia. Esto me fastidia. La irritación de las gentes va a desfogarse en iglesias y conventos y resulta que el Gobierno republicano nace, como el 31, con chamusquinas. El resultado es deplorable. Parecen pagados por nuestros enemigos”.
En estas condiciones comenzó a gobernar el Frente Popular, mientras los militares que habían tratado de impedir que llegase al poder seguían preparándose para derribarlo cuanto antes. Lo que está claro es que el 17 de febrero de 1936, cuando Franco realizó su primer intento de sublevación militar, no había ocurrido todavía nada que lo justificase. La Guerra Civil española no se hizo ni contra los “desmanes del Frente Popular”, ni contra la inexistente “amenaza” del comunismo, sino contra el programa de reformas de unos republicanos moderados que no amenazaban más que los privilegios injustos de unas clases dominantes que obstaculizaban el progreso del país.
Josep Fontana es historiador

20 julio 2011

Los crímenes y la conciencia pública

A veces merece (mucho) la pena hacer un ejercicio de arqueología, y lo he hecho. Referenciado en "Público" ayer por Ana Cañil, (Ver http://blogs.publico.es/delunes/132/setenta-y-cinco-anos-de-vacaciones/  )me llamó la atención el extracto, y he buscado el artículo completo. MERECE LA PENA LEERLO (ABAJO).

Creo que leerlo es muy interesante. Publicado el dia 18 de julio de 1936, seguramente escrito algunos días antes (minimo 1) del "Alzamiendo", da muchas claves que, por desgracia creo que nos son comunes a hoy dia, aunque esa barbarie espero y deseo que no se repetirá. Todo ha cambiado mucho, para bien, aunque a algunos les pese.

Angel Ossorio, político conservador fué, sin embargo, un férreo defensor de la República
"En los tres procesos electorales celebrados durante la II República Española a la que prestó todo su apoyo, ya que a pesar de sus ideas monárquicas pidió explícitamente la abdicación de Alfonso XIII declarándose «monárquico sin rey al servicio de la República». Así, en las elecciones del 28 de junio de 1931, fue elegido por Madrid en la autodenominada candidatura de Apoyo a la República obteniendo uno de los escaños reservados a las minorías."


Los crímenes y la conciencia pública (Angel Ossorio).
“La Vanguardia”, 18 de julio de 1936.

Madrid — debo suponer que España entera — vibra a estas horas ante los asesinatos
de los señores Castillo y Calvo Sotelo. Pero, ¿vibra por igual? ¿Tiene idéntico volumen,
exacta equivalencia la protesta ante uno y otro hecho? ¿Llegan hasta el mismo punto en la intimidad de la conciencia de cada ciudadano, la piedad por las víctimas, la indignación contra los actos salvajes, el clamor para su castigo?
Si hacemos examen del mundo que nos rodea y procedemos sin hipocresía, habremos
de contestar rotundamente: no.
El caso es de tal trascendencia, afecta de tal modo a las esencias de la Humanidad,
hiere tan gravemente los fundamentos de la civilización cristiana, que todos debemos hacer el máximo esfuerzo para reaccionar contra un extravío colectivo que nos deshonra y nos destruye.
Bárbaramente escindida la sociedad española, tiene dos pesas y dos medidas para apreciar la tragedia que nos aflige. Si cae muerto un militante de la derecha, sólo se
estremecen sus correligionarios. Si la víctima es de la izquierda, únicamente se sublevan los suyos. Dios me perdone si advierto que, en cada caso, la indiferencia del adversario toma caracteres de regocijo. Si este concepto parece extremado, lo reduciré diciendo que contempla la caída del contradictor como un fenómeno natural, fruto de la justicia y acaso conveniente para la buena causa. Ya se entiende que para cada comentarista, causa buena es la que él patrocina. Ahora mismo, con ocasión de los dos luctuosos episodios que inspiran este artículo, se han puesto de relieve esas dos formas del canibalismo dialéctico. Salvando pocas y honrosas excepciones, los periódicos han destacado esa feroz divergencia. Los de cada tendencia reservan los grandes fotograbados, los titulares enormes, las frases ardientes para el muerto amigo; al otro solamente le corresponde un retrato pequeño y una gacetilla.
Los comentarios son todavía más desalmados.
He aquí dos que conozco referentes a la muerte del señor Calvo Sotelo.

Un hombre de izquierdas:
—Es natural. Al torero le ha cogido el toro.

Unas damas católicas, enfurecidas:
— ¡Cinco han de caer ahora del otro lado!
¡Cinco! ¡Y de los gordos!

Lo mismo ha ocurrido en casos semejantes.
Cuando la revolución de Asturias, un miserable entra en el domicilio de un anciano
e inerme magistrado y respondiendo a móviles de venganza, por causas privadas,
le asesina. Los revolucionarios rechazan cualquier clase de solidaridad con el crimen,
pero la verdad es que no muestran extremada indignación. Cuando luego ocurre la
tragedia que cuesta la vida al periodista Sirval, otros sectores sociales se confabulan
para procurar la impunidad de los asesinos y creen que el perseguirlos y castigarlos es
atentatorio para determinadas instituciones.
¡Como si el prestigio de las instituciones dependiera de la maldad de algunos da sus
componentes!

Esa corrupción del sentido moral, esa ofuscación de las inteligencias es lo más grave
de cuanto estamos presenciando. No es este el primer período histórico en que pelean
unos bandos contra otros, en que menudean los asesinatos, en que ocupan la escena política gavillas de gentes feroces. Mas lo que no ha sucedido antes —- al menos hasta donde puede alcanzar nuestra memoria — es que las gentes, todas las gentes, tomasen partido por estos o por aquellos criminales para mirar dos hechos idénticos como vituperable el uno y como disculpable el otro.
Existía entre los dos grupos apasionados un tercer factor impalpable, etéreo, pero
que, en fin de cuentas, era el que decidía las cuestiones: se llamaba la conciencia pública.
Ella, elevándose sobre el ámbito de la pelea, mantenía viva la condenación, expresaba las ideas genéricas de paz y de justicia, animaba a los órganos del Gobierno, apostrofaba a los delincuentes, cualesquiera que fuesen...era el Tribunal último que discernía, con imparcialidad, los premios y los castigos.
Eso es lo que falta hoy. Falta porque han entrado en escena, por la derecha y por la
izquierda, unos factores políticos que reniegan de los métodos de libertad y lo fían
todo a la violencia. Falta, porque está de moda reírse de los ordenamientos jurídicos
y poner toda la fe en las pistolas. Falta, porque nadie quiere ya la evolución de la
sociedad, sino su aniquilamiento total, para edificar sobre sus ruinas otra nueva. Falta,
en suma, la conciencia pública por el advenimiento de Lenin, de Trotsky, de Mussolini
y de Hitler.

Esa es la enfermedad que hoy llevamos en nuestras entrañas. Que caigan en la lucha
cien o mil víctimas es la tragedia transitoria. Ya pasará.
Lo que no pasará tan fácilmente es esta intoxicación de las almas, que nos lleva a regir nuestros movimientos íntimos, no por la naturaleza de los hechos, sino por la simpatía o la antipatía que nos inspiran los criminales y las víctimas.

Mirémonos bien por dentro. Avergoncémonos de nuestras flaquezas. Pensemos que los dogmas del cristianismo — infiltrados aún en aquellos hombres que no se creen cristianos—, los valores de la más espléndida civilización que conoció la Historia, las normas de la convivencia social, los valores inmortales del Espíritu, son cosas demasiado grandes para que las dejemos morir en las manos de unas cuadrillas de pistoleros. Mejor dicho, en nuestras propias manos. Porque todos los pistoleros imaginables no destruirían nada, no valdrían para nada, si no encontrasen tantos miles y miles de cómplices solapados, capaces de disimular el crimen si sirve para dar gusto a sus pasiones.

Una resurrección de la conciencia pública, limpia, serena, inflexible, pondría término
a la barbarie ambiente. ¿Barbarie dije? En el momento de escribir estas palabras, en las inmediaciones de mi casa estalla un tiroteo...

ANGEL OSSORIO, “La Vanguardia”, 18 de julio de 1936.


28 junio 2011

El ajedrez

Hace 2 años y medio que he vuelto a jugar a ajedrez. Mi hijo Joan se apuntó a clases en el Club d'Escacs Mollet y me tocó ir a una reunión informativa con los padres. Lógicamente, me acerqué dispuesto a escuchar lo que iban a hacer y el funcionamiento. El presidente, Paco, sagaz y hábil, preguntó para encontrar padres "motivados" y "cómplices". Claro, si algún padre sabía jugar o tenía nociones, que lo dijera. Yo, lógicamente, había jugado en mi (lejana) infancia a ajedrez. Él me recordaba (tenemos la misma edad, con unos meses de diferencia) del Santa Perpètua. Y, de ahí, a volver a federarme y jugar el Campeonato de Catalunya por equipos, transcurrieron 3 meses.

Siempre me gustó. Me fascinó con 7 u 8 años, cuando un tío mío me enseñó a mover las piezas y, poco después, le ganaba (casi) siempre. De ahí a incorporarme al Club de mi pueblo, poco tiempo. Jugué entre los 8-9 años y los 14-15 con regularidad todo tipo de torneos pero nunca tuve la paciencia de estudiar mucho. Creo que mi presunta inteligencia la dediqué a otras cosas, como los estudios, sin ir más lejos. Me daba cierta pereza y, para que engañarnos, a los 14-15 te empiezan a gustar las discotecas y pubs y, en mi caso, pinchaba discos regularmente (otra afición de la que habrá que escribir otro día).

Después de casi 25 años de inactividad casi total a nivel competitivo, me enfrenté en 2009 al reto de jugar con el Mollet "B" en segunda provincial. Me cayeron ostias por todas partes. La falta de práctica, de conocimiento ya no de las aperturas y defensas, sino de las reglas más elementales (desarrollo rápido de piezas, enroque o aseguramiento del rey, mejora de piezas, elaborar un mínimo plan...) hizo que me cascaran por todos los flancos (de rey y de dama). Así, caí más de 100 puntos de ELO y, con ello, a la dura realidad: seguía siendo un "paquete", pero con 25 años más. Me inscribí a un par de torneos de verano, en el grupo hasta 2000 de ELO FIDE. El ELO es la evaluación que los ajedrecistas "sufren" en base a sus rivales y a sus resultados. Para entendernos y simplificar, ganar a un rival superior te da más ELO que a uno inferior y perder con uno inferior te quita más ELO que contra uno superior. Empatar (tablas) te da o quita según el rival, pero menos. Hay otro factor que es la "k", y que va ligado al número de partidas jugadas. Cuanta mayor es la "k" más ELO ganas o pierdes. Encima, en mis primeros meses, me aplicaron la "k" 25, la máxima, y mi debacle en ELO fue estupenda, por decirlo elegantemente.
Pero en Sant Martí 2009 pude volver a competir y jugar alguna partida decente, pero con mayoría de desastres. Con la moral un poco baja, sólo jugaba "bien" a rápidas de 5 minutos, algo que siempre se me ha dado bien.

Empecé a estudiar, de nuevo. Tomando clases con un Maestro Internacional, Luis Rojas, que es el maestro de nuestro club. De los niños, y de muchos adultos. Al no tener tiempo para ir a las clases generales (en horarios de "funcionario" o de persona que vive muy cerca o en Mollet), tuve que tomar clases particulares a otras horas. Robándolas al sueño, al fin de semana, etc.. Y la cosa empezó a funcionar. Lenta, pero segura...

Llegó el Campeonato por equipos de 2010 y ya fué algo mejor. Mejores partidas, mejores sensaciones y, por lo menos, menor sentido del ridículo. Llegó Sant Martí 2010, torneo internacional, y las partidas mejoraron (en general) y en Badalona, otro Open Internacional, pude jugar a un nivel mejor que el del año precedente. Eso sí, perdiendo posiciones que, en opinión de ajedrecistas de nivel (digamos con ELO superior a 2200, para entendernos), estaban "ganadas".

El primer hito, el síntoma de que mi ajedrez mejoraba, en Santa Eulàlia de Ronçana, en noviembre de 2010. En el (modesto) grupo B, con ELO limitado a 1850, conseguí un hito: 8,5 puntos de 9 posibles. Sólo haciendo tablas (trabajadísimas y complicadas) contra el que, a la postre, fué segundo clasificado. El ganar este torneo me dió moral, ya que era el primer torneo que ganaba a nivel absoluto.

En algunos torneos de ajedrez activo (15 minutos, más 5 segundos de incremento por jugada), empecé a conseguir algunos triunfos y en uno de ellos, diciembre de 2010, ganando a un rival de más de 2300 de ELO catalán (un MC, maestro catalán). Y jugando bien.
Luego, llego el Campeonato por Equipos. Por circunstancias (viaje a Miami y Caribe y noche de DJ) sólo pude jugar 6 rondas. Y no perdí ninguna. 4 victorias y 2 empates, uno contra un rival de ELO mayor de 2000. La moral seguía subiendo. Y seguía (y sigo) tomando clases y, a veces, haciendo caso al maestro. Otras veces me olvido, o de sus consejos o del orden de los movimientos en la apertura o defensa. No doy para más. No tengo más tiempo para estudiar.

Prefiero jugar por internet a 5 minutos en ICC. Es un vicio. Pero esa es otra historia. Jugar a ajedrez por internet a cualquier hora del día, en mi caso, de noche, es una droga (legal, bonita, pero droga...).

Organizamos un torneo en Mollet con ELO catalán limitado a 1999. Es un corte interesante, pues muchos jugadores de la "clase media" sufrimos en los torneos con ELO hasta 2000 FIDE (que en ELO catalán puede ser 2100 o 2200 incluso) y no pillamos premio y, además, recibimos.
El torneo se presentaba duro, y yo partía el 20 del ranking por ELO. Haciendo tablas en una mala partida inicial, luego me planté con 5,5 de 6 posibles, con 5 victorias consecutivas, alguna muy trabajada, alguna in-extremis y alguna un tanto brillante con sacrificio de pieza incluido.
Pero, ay!!, en las dos últimas rondas de las 8 que constaba el torneo, llegan 2 derrotas seguidas y de poder ser campeón en la penúltima ronda (ganando) o subcampeón en la última (haciendo tablas) quedo quinto. Esto, que 2 años atrás lo hubiera firmado SIN DUDAR (5º de 47 partiendo el 20 del ranking), me parecía un pequeño fracaso. Señal de que mi nivel de exigencia ha aumentado. No sé si es bueno o malo, pero es así.

Así, pues, encaro el verano, donde jugaré algunos torneos de ajedrez activo y rápidas, mi tercer Open Internacional de Sant Martí, el segundo Internacional de Badalona y, lo más excitante, mi hijo, que tiene muchos altibajos, pero cualidades sobradas (cuando quiere) ha jugado el Campeonato de España sub-12. Yo confío en él. Su maestro y otros compañeros también. Jugó un poco nervioso y con la presión de la competición de máximo nivel. Estoy seguro que puede jugar mejor, pero hizo 4 puntos de 9 posibles (4 victorias y 2 empates).A pesar de que hay jugadores mucho más experimentados y con muchos campeonatos a sus espaldas, estuvo bien.

27 mayo 2011

Allen ha vuelto al lugar del que nunca debió salir


Por fin. Digo por fin, porque hace mucho tiempo que no disfrutaba tanto con una película de Allen. Es cierto que su trilogía londinense, con "Match point" como obra maestra, "Cassandra's dream", mucho mejor de lo que algunos valoraron y, en menor medida, "Scoop", es excelente, pero la deriva de sus últimas películas con la insoportable y horrible "Vicky, Cristina, Barcelona", me habían hecho perder un poco la fe en el maestro. En mi director preferido. Aquel del que tengo TODAS sus películas excepto la nombrada bazofia que, a pesar de ser una postal animada de Barcelona y de la maravillosa Rebbeca Hall es un panfleto insufrible que consiguió que, por primera vez en toda su filmografía, y la he visto TODA, declarase (y sostengo) que es la única película de Allen que odio y que no me gusta en absoluto.

Pues bien, hoy me he reído, he soñado, he disfrutado, he gozado y he recordado al Allen que hace dos décadas perpetró obras maestras a la altura de "La rosa púrpura del Cairo", "Hannah y sus hermanas" y "Días de radio". Si, Woody ha vuelto y de que manera. Con una banda sonora memorable, al nivel de sus películas más profundas y metafísicas. Esas que, en aquellos días, provocaban discusiones y tertulias animadas al salir del cine (al estilo del crítico que aparecía en "Annie Hall", una de sus cumbres cinematográficas).Allen tiene una extraña e increíble habilidad: consigue que actores encasillados en comedia, acción o productos comerciales, luzcan como auténticos discípulos del Actor's Studio.Aquí, Owen Wilson está, no de Oscar, sino de premio Nobel. Impresionante. De hecho creo que es el alter ego del Allen de hace unas décadas. Inseguro, reflexivo, atolondrado, atormentado, cautivo de una situación que no controla y que, de hecho, no le satisface.

La película es tremendamente profunda, cuestionando todo aquello que rodea al adulto. Su mundo laboral, su (fallida) relación de pareja, a punto de casarse pero con (más que) serias dudas, a pesar de la belleza de su novia, sus insoportables suegros discípulos del "tea party", el deleznable amigo de su novia (engreído y pedante).... Todo el universo del presente, se desvanece al regresar al mundo irreal en el que se siente feliz y, por qué no decirlo, flotando al caer rendido ante los encantos de la maravillosa Marion Cotillard que, una vez más, ilumina la pantalla con su mirada, sus gestos y su interpretación. Al igual que la protagonista de "La rosa púrpura del Cairo", Gil (Owen Wilson) es feliz en ese mundo irreal, a años luz de su realidad y, no revelaré el final, sólo con una parábola final puede encontrar la felicidad.

Definitivamente, el mejor Allen en años. Ese director que ha conseguido por derecho propio, convertirse en mi favorito hace años, a pesar de sus altibajos, a pesar de sus desvaríos, a pesar de sus patinazos, a pesar de "Vicky, Cristina, Barcelona", a pesar de Soon Yi, a pesar de .... a pesar de todo.

Amo el cine, amo a Coppola, Scorsese, Eastwood, Leone, Raoul Walsh, John Ford, Hitchcok, David Fincher, Lucas, Spielberg, Sam Mendes, Tim Burton, Alex de la Iglesia, Almodóvar, Peckinpah, Cassavettes, etc.., pero adoro a Allen, a este Allen mágico que en una hora y media te consigue hacer pensar, reir y, sobre todo, salir del cine deseando comentar la pelicula con alguien. Esta vez, no ha podido ser, pues la he visto en solitario, en un cine de Madrid, pero seguro que encontraré la manera de comentarla con gente que ama al gran Woody. Esta película, la veré más de una vez, cómo he visto muchas veces "Manhattan", "Broadway Danny Rose", "Maridos y mujeres", "Delitos y faltas", "Balas sobre Broadway", "Zelig", "Sombras y Niebla", "Interiores", "Misterioso asesinato en Manhattan" y... todas, todas... sus películas.

No, no he visto "Vicky....", más que una vez. Tuve bastante.

21 marzo 2010

Un año más...


Parece mentira, parece un tópico, pero es verdad: el tiempo pasa rápido. No sólo porque hoy es mi cumpleaños y son 43 ya. Parece mentira cuando ansiaba cumplir 18, cuando llegué al cuarto de siglo, luego a los 30 y, por fín, en un suspiro, los 40. Celebrados con una fiesta en casa, con unas 30 personas muy allegadas y ya han pasado 3 años.
Pero no son los años, son los días, las semanas, los meses.
El otro día pensaba que, a punto de finalizar marzo, nos hemos comido 1/4 del año 2010, y en un suspiro. Al menos para mí.
No sé si el tiempo vuela para todo el mundo, pero de los 30 a los 40 es vertiginoso y los 3 años que han pasado desde los 40 han volado.
Al menos, queda el consuelo de poder contarlo pero, que efímera es la vida o, al menos, que sensación de
que esto va muy rápido.
No sé quien lo dijo, pero lo suscribo: paren el mundo, que me bajo.
Al menos, la primavera ha llegado hoy. Eso no ha cambiado desde que nací, un primer día de primavera, de 1967, el año en que se publicó uno de los mejores discos de la historia: el SGT. PEPPER'S de los Beatles.