17 abril 2006

Una epidemia mortal en las carreteras.


Una vez más, después de un período vacacional, hay un triste protagonista en todos los noticiarios, en los periódicos y en las tertulias: la muerte.

Nunca falta a su cita cuando cientos de miles de españoles se desplazan en automóvil a lo largo y ancho de la geografia nacional.

La gran pregunta que todos se hacen (nos hacemos) ¿Se podrían evitar estas muertes? ¿Se podría evitar el sufrimiento de los que pierden a un ser querido en el asfalto? ¿Podrían evitarse las lesiones de por vida, las invalideces, las amputaciones de miembros y las secuelas psicológicas que sufren miles de personas?

La respuesta, aunque es dura y cuesta reconocer: es que, en la mayoría de los casos, SÍ.

¿Cómo?

Seamos realistas. Seamos sinceros. Seamos autocríticos. Pongamos el dedo en la llaga.

¿Conducían muchos de estos conductores con respeto absoluto a las normas de circulación? (bueno, digamos un respeto razonable, porque absoluto, quizá ninguno podamos lanzar la primera piedra).

En muchos casos, huelga decirlo, la respuesta es que NO.

¿Motivos ?

La velocidad desmesurada en tramos conflictivos o peligrosos.
Adelantamientos indebidos, temerarios y, en muchos casos, casi homicidas.
Incorporaciones temerarias después de un "Ceda el paso" o "Stop" con toda ligereza, provocando situaciones límite.
Pensar que "a mí una copa no me hace tanto efecto, yo controlo".
Circular atosigando al coche de delante porque "si va lento es porque es un inútil" (quizá tiene delante uno o dos vehículos que circulan más despacio y no puede adelantar, o simplemente no tiene ganas de emular a Fernando Alonso).

Con estos y otros condicionantes, además de pensar (inconsciente o conscientemente) de que "a mi no me va a pasar", muchos de nosotros convertimos nuestro vehículo en una infalible máquina de crear peligro.

Y ese peligro, por suerte, y por ello aún pienso que hay pocos muertos para lo que podría ser, no se materializa en más accidentes.

Los que circulamos con frecuencia, que conducimos bastante y que, mejor o peor, atesoramos horas al volante y decenas de miles de kilómetros, podemos dar fe de que si no pasan más cosas es porque la suerte, el azar o la pericia de otros conductores lo impiden.

Sin ir más lejos, ayer, yendo de Barcelona a Puigcerda, en una carretera en obras, con los coches casi en procesión por el denso tráfico y en tramos con doble contínua era testigo de varios adelantamientos de prepotentes, chulos, inconscientes, con comportamiento rozando lo delictivo e impresentables que, ante la "lentitud" de los demás, encaraban su coche a toda velocidad adelantando 2,3 ó 4 (en el mejor de los casos) hasta que no tenían más remedio que meterse a toda prisa a la derecha. Eso, claro está, porque el conductor "amable" o resignado, les dejaba meterse.
Si el conductor pensase como ellos ("que se fastidien los demás") seguramente no se meterían a la derecha y pasarían a engrosar la triste lista de personas fallecidas en accidente (bueno, igual alguno, como suele pasar, sale ileso y mata al inocente y a su familia que vienen de frente por su carril correctamente).

Como decía Perlita de Huelva, ya hace muchos años, en aquella España de botijo y pandereta de 1970, cantando a los camioneros .... "precaución, amigo conductor".

A todos los conductores mi voz sirva de companía.
Al ritmo de los motores por vuestras rutas de España.
Y le pido a San Cristóbal nuestro patrón tan divino,
que con sus manos os guíe salvos a vuestros destinos.
Precaución, amigo conductor.
La senda es peligrosa, y te espera tu madre o esposa para darte su abrazo de amor.
Precaución, amigo conductor, tu enemigo es la velocidad.
Acuérdate de tus niños que te dicen con cariño: No corras mucho papá.
Pulso firme en el volante. Al peligro desafía. Su lema : siempre adelante

sin descanso noche y día. Pero al fin de la jornada te esperan con alegría.
Y te llenarás de orgullo al decir: misión cumplida.
Precaución, amigo conductor.
La senda es peligrosa, y te espera tu madre o esposa para darte su abrazo de amor.
Precaución, amigo conductor, tu enemigo es la velocidad.
Acuérdate de tus niños que te dicen con cariño: No corras mucho papá.




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